Parte de un jardín

Cuando camino sola por las grandes colinas de mi ciudad, sueño imaginarme animales fantásticos, escondidos en los ceibos. Me agrada invertarme mundos para no aburrirme, porque sueño aburrirme rápido.
Así es como la tarde de los miércoles las colinas de mi ciudad dejan de ser ordinarias para pasar a ser deslumbrantes jardines mágicos dentro de lo terrenal.
Fue así como un día, caminando bajo un sauce llorón, frondoso y siniestro, de este cayó un fruto, era redondo y su color era rosa flúor. Al caer sobre la tierra casi que dorada, se parte en dos mitades iguales. Y pude contemplar como de sus semillas empieza a crecer una jirafa azul, con manchas de leopardo, y cola y orejas de conejo.
Ante tan maravilloso parto, decidí sentarme a conocer a mi nueva amiga, sin invadir, lentamente y minuciosa le hablé. Y comprendí, que me escuchaba y me entendía.
Así fue como a partir del tiempo se volvió tan parte de mi, cómo yo de ella. Solo cuando yo volvía a mí hogar, está desaparecía.