No correríamos

¿Dejaríamos atrás todo nuestro mundo
por ver un lobo en medio de la noche?
No correríamos para salvarnos
muchas veces
porque nos espanta ver a un muñeco de mimbre
en las afueras de un campo
y su soledad encarnizada por el viento,
y entonces
abdicaríamos de la posibilidad
de escapar,
de ser fugitivos junto a la luna
o a lo que queda de ella,
atisbos en un cuadro caído,
disuelto en tantos pedazos de alma
atrapadas en palabras,
tantas,
sobras que no nos alcanzarían
para romper una mordaza plástica
adicta a la inyección melodramática
de no convertirnos en cuervos
fantasmagóricos del ocaso.
No, no dejaríamos atrás nada,
lo buscaríamos, lo querríamos,
como queremos que nuestras piernas
sean de atletas para que el lobo
no nos alcance en la madrugada.