Ladrona de oscuridades

Usted que me robó mis demonios.
Sí usted.

Que después de desconectar mis arterias del corazón
tejió con ellas paraísos de frialdad.

Usted que amó mi odio y disfrutó mi sed,
usted ha de morir.

Desangrada fielmente en condiciones antárticas,
en su consciente, una bayoneta destruirá su espíritu,
en un arrebato lento, impetuoso, inesperado.

¿Quién le ha dado permiso de distraerme de mi aciaga oscuridad?
Para colocarme en esta desidia.

¡Que extraño mis tinieblas!
¡Echo de menos mis pesadillas!
Me siento en una ignominia que mi propio ser ha creado,
que me escupe mi inconsciente a diario
por haberte alabado.

Es abundante mi deseo de que vengas conmigo,
con mi más fiel amiga, mi diosa que a nadie niega,
tan abundante como la traición a mi Yo.

Y... Algo me hace sonreír...

Yo no mato, no juzgo, no traiciono a quien se lo prometo.
Soy vengativo, mas no con usted,
el rencor no lo puedo evitar, y por eso sonrío.

No quiero venganza,
no quiero que le despierten de su sueño.
Me abstengo a idealizar la manera en cómo usted vendrá con nosotros,
mi mente se detiene para no imaginar los galopantes fantasmas
acarreando de vuelta mis amados demonios.

Pero mi tejido muscular interior, no puede evitarlo.
Incluso ese descerebrado lo sabe.

Yo no sería capaz de quitarle la vida,
pero recuerde mi doliente voz rogándole por dejarme ir
para no convertirme en oráculo y observar como un
imbécil le absorbe sus fuerzas de diosa que una vez
vi en usted.

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