Conjeturas turbulentas

poema de De Pando

Ando en un boeing nosecuantos
modelo caja de mejillones estándar.
Me ha tocado ventanilla
y para amenizar la estancia,
tengo al lado a dos roperos de luna
húngaros medio desgastados.

Mis colegas andan desperdigaos,
porque a un escoria se le ocurrió
que era buena idea
monetizar las conversaciones.
Ahora acaban de anunciar turbulencias,
estas venían en el paquete básico de vuelo.

Para variar,
en lo que esperábamos a entrar,
he podido hablar 10 veces de expropiar
a los dueños de las aerolíneas.

Creo que sobrevolamos el mediterráneo,
y con la desilusión del que ve el mar sin olerlo,
me dedico a confabular pequeñas leyendas
sobre las nubes como el lujo burgués del día.

La verdad es que me gusta quejarme.

Para regular la presión
me he visto obligado a liberar
ligeros racimos de gases
de la manera más sigilosa y digna que he podido.

En los viajes también me suelen surgir dudas
poco científicas como:

¿Habrá un sindicato de gaviotas
en contra del tráfico aéreo

¿Si nos fuésemos a estrellar,
me dejarían encenderme un cigarro?

¿Si le pido un backflip al piloto,
se atrevería?

Por desgracia no voy a poder comprobar la última,
el piloto acaba de decir que queda poco para llegar a Budapest,
que ya no da tiempo a pedir
un café tieso de 10 euros
y que nos pongamos el cinturón
por si las moscas.

Aprovecharé para quitarme las legañas,
desprender un par de bufos
completamente innecesarios por el dolor de espalda
mientras que me cago en los muertos de ryanair
solo un poquito más.