Querido Recipiente

poema de Antonio Liz

Desde aquí se puede decir que no admiro el paisaje naval. Lanchas llamativas, doncellas a la vista, acompañadas de sus sombrillas, que adornan el reflejo ondular. Aquellas carcajadas lo culpan a él, pero ella no se queda atrás, víctima puede ser, de amor, pasión, o algo más allá.

Mientras el Universo marítimo se activa, algunos invierten su tiempo con libros, talvez un domingo placentero, o una desviación a lo cierto.Las aves hacen su sonido, me atrae su canto, trato de perseguir a la culpable, y siempre me encuentro con la muda, en vez de aquella parlante.

Ojos lentos, talvez mis oídos me engañan, mis reflejos no son los mismos. Silbato naval, imprudente, despierto a la realidad, muy tarde, distancia de seco ha mojado, océano tóxico que nunca debí tocar, consejos de aquel pasajero, la razón el porque mi alma se encuentra en duelo.

Qué causalidad de la vida, ojos que no pueden admirar a aquella culpable de dicho canto, oídos que engañan mi dirección hacia aquella ave. Se puede predecir que si, ya que así como no la culpo por decirme la verdad, así no culpo a mi mano derecha, el sustento del licor, que me obliga a decirle adiós.