Películas repetidas

Tiendo a ver películas repetidas porque me dan tranquilidad. Un final predecible que se rebobina de forma interminable.
Aunque hay veces en que me aventuro a ver una película nueva, con ese dolor en el estómago. Esa ansiedad ante lo desconocido que se mantiene de forma sutil, porque solo es eso. Una simple película.
Pero cuando se aplica a las personas, todo se magnifica.
Como aquella vez que acepté ir por un helado, con miedo, casi pánico. Mientras caminaba en círculos y mis amigos trataban de calmarme.
O cuando osadamente tomé la mano de un extraño en medio de un concierto y no me importó nada más que sus brazos durante toda la noche.
También recuerdo cuando me aventuré a una cita con un modelo de revista y quise huir al ver lo hermoso que era, pero me armé de valor y pasamos el verano besándonos en una plaza, mientras él adoraba mi maquillaje brillante de temporada.
Y como olvidar la vez que me atreví a recibir en mi casa a alguien que solo había visto una vez. Esa tarde en que pasamos ocho horas viendo películas de Disney y creí que al fin tenía un amigo. Gran error.
Y así podría seguir relatando momentos de impulsividad, porque me encanta lo espontáneo, pero al mismo tiempo me genera mucha ansiedad. Me gusta la adrenalina, pero me aferro a la rutina porque me da paz.
Es agotador amar tanto la locura, cuando tengo las manos atadas por lo racional, por lo estructurado. Es como si luchara conmigo misma día tras día.
La mitad que ama la paz de lo repetitivo y previsible, versus la mitad que ama tomar decisiones impulsivas. Esa parte de mi que se esconde tras una sonrisa tímida mientras voy a más de cien kilómetros por hora con un completo extraño que detesta a los gatos.