El ballet

Aún recuerdo cuando era una niña que le hacía espectáculos a mis abuelos. Bailaba en el ante jardín y ellos fingían sorprenderse mientras no hacía más que girar.
Siempre he sido de saltar, de caminar dando tumbos, porque no me gustaba ir al paso de los demás, sino era con ritmo, si no era con saltos. Como si siempre estuviera a punto de bailar.
Me pregunto si acaso el baile era mi hogar y nunca lo supe. Si acaso lo llevaba muy dentro de mí y recién pude descubrirlo.
El corazón de una bailarina atrapado en un cuerpo sin flexibilidad, de espalda torcida, arcos caídos y una cadera que tiende a irse hacia atrás.
Si tan solo hubiera descubierto mi hogar a tiempo, quizás no habría creído que podía encontrar paz en los brazos de un extraño. No habría buscado consuelo en las manos de nadie. Habría sabido que la felicidad estaba al alcance de una pirueta casi lograda.
Maldita sea, es que nunca he sido tan feliz con algo que solo depende de mi.