Benzodiazepinas de media noche

El recuerdo del dolor de tu partida es como una nube de anestesia. No logro recordar el sentimiento, pero logro verme desde afuera, aferrada apenas a la vida por un mísero romance de seis meses. Llorando hasta quedarme dormida, con mi madre mirándome sin saber qué hacer, dando opciones al aire, desesperada. Mientras yo me sentía vacía y cuando ya no me quedaban fuerzas, por mi cara solo corrían lágrimas silenciosas.
Esa navidad en que me sentía tan adormecida por el dolor, que no pude más que tirarme en el sillón, sin esforzarme por escapar de la mirada de lástima de mis familiares.
Llamé al único que creí que podía hacerme sentir algo, pero ni su abrazo pudo revivirme, nadie pudo sacarme de ese abismo en meses. Lloré toda mi intensidad durante más noches de las que puedo contar.
Me pregunto si acaso seguirás justificándote dentro de tu cobardía, de que hiciste lo mejor para los dos.
Porque yo sé que al dejarme te hundiste más en tus traumas que escondías detrás de mil candados.
Y yo perdí las ganas de intentarlo. Perdí la fe, la fuerza para ilusionarme de nuevo.
¿Habrás aprendido a botar tus muros?
Porque yo ya logré quitarle el sabor amargo a diciembre y aprendí a que mi corazón solo vibre por mi misma.
Así aunque me vea cegada por la luz de otro bello mañana, siempre tendré un escudo, una carta bajo la manga.
Y tú, ¿ya botaste tus muros?