El no horizonte.

Esto y aquello. La insignificancia de la vida diaria. Después de que un hombre entra en descredito de sí mismo, no puede hallar otra cosa sino la desesperanza de una vida carente de sentido, y sin posibilidad de atribuirle uno. Todo estaba ya significado cuando nacimos. Un manual para vivir, órdenes para seguir, cosas que hacer, que leer, que escuchar, que sentir. Todo lo que pueda apartarte de la idea impensable, la batalla final contra la nada, el último gran temor del hombre, el abismo, las tinieblas de la no existencia. Todas las actividades no son sino, distracciones, somníferos artificiales. La vida es un chiste cruel, y se cuenta solo. Los fracasados se enajenan en las vidas “vivibles”, están entrenados para ser siempre alguien más. Los anónimos ganan siempre en número, tal vez sea lo mejor, el tormento de saber que en el fondo no hay fondo, solo es tolerable para espíritus verdaderamente fuertes. Todo es metáfora. Lo único que permanece son nuestras obras, si tocan la fibra de alguien más, sino no importa, las personalidades biográficas son olvidadas, o tampoco importan.