Juego de ciegos

Juego de palabras
que nada dicen,
de esquivas miradas
que nada ven,
de medias verdades
que confunden,
de arena en los ojos
que ciega todo.

Y jugamos de nuevo,
sabiendo perdida
cada nueva partida.
Y apostamos de nuevo
a la peor carta,
esa que nunca sale.
Y olvidamos ser cautos
apostando la vida.

¿Es posible o probable?
Apostamos.
¿Es lejano o remoto?
Apostamos.
¿Es suicidio probable?
Apostamos.
¿Es herida segura?
Apostamos.

Locos de ciega locura,
a salvo de toda cordura.
Gigantes deslumbrados
por la luz de un corazón.
Ansiosos de caricias
tan lejanas como el sol.
Sin ser apenas brisa
sueñan ser como un ciclón.

Azul, rojo, nieve fría,
y en el blanco lienzo dibujados
se confunden o se funden,
ya no importa lo que venga,
solo el tiempo que no para
ni detiene la crueldad
que poco a poco los separa
y los devuelve a la ceguera.

Vuelta a contar los minutos,
a sentir el cristal mudo,
a rozar la risa amada
con un dedo...
Otra espera en el vacío,
aplazando un nuevo instante,
que los llene de ciega locura
y se lleve por fin todo el frío.