" La mano de su papá "

poema de Anna.

Tenía unos ...¡ que más da ! Tenía la edad que más le gustaba, la que más mujer sentía en su ser, la niña también.

Tenía los ojos de color café, el cabello castaño con unos visos dorados cuando el atardecer entraba por su jardín. Su labor diaria era la de los niños de la escuela en el barrio donde creció, daba clases de todo, entre letras, números y reglas también les enseñaba las cosas de la vida, las buenas. Cuando salió en horas de la tarde de la escuela se dirigió directamente al jardín del que se encargaba hacia unos años; cortaba algunas margaritas y las llevaba a su casa pequeña y con mucha luz.

Abría ventanas, cortinas y dejaba que entrara ese naranja que tanto le gustaba, también se escuchaba el sonido de las garzas cuando pasaban despacio a su árbol a descansar, bebía un poco de agua fresca, quitaba sus zapatos, soltaba su cabello y dejaba su cuerpo reposar tranquila en el jardín de su casa, la entrada era fresca siempre a esa hora del día.

Veía el reloj de lejos y recordó su época juvenil, cuando compartía con sus amigos del barrio los juegos del momento, se dio cuenta que el atardecer le daba su mejor color, su mayor felicidad. Todo a su alrededor era de color lila, el porque no importaba, solo le gustaba disfrutar de la oportunidad al encontrarse de frente con esa majestuosidad de colores, así, con sus ojos llenos de lágrimas por el espectáculo entendió la forma espontánea de dejarse ver la belleza de la vida.

Sus lágrimas fluyeron copiosamente de esta emoción que la embargaba, era algo magnífico que siempre desde niña admiró. Lo recordó como si fuera ayer cuando la llevaba de la mano a la escuela.
Aún era fresca su memoria de un hombre alto, de manos grandes, en donde se perdían las suyas pequeñas y delgadas, ese caminar lento para esperarla, y luego esa visita más que segura donde se oía la campanilla del carrito de helados.
Ella se asomaba al borde del mismo, y no sabía cual de tantos escoger, él estaba dispuesto a dárselos todos pero no debía, consultaba con su gusto cual era el mejor pero ella no se decidía. Pedía uno, el más grande del que se notaban varias bolas de tantos sabores como le gustaba...chocolate, mantequilla, fresa ...todos para ella.
El vendedor se lo entregaba especial para su gusto, y sus ojos se desorbitaban al verlo, más el saber que se lo comería todo, ¡ ella sola !
Este caballero acompañante solamente tomaba uno de chocolate, pagaba y tomaba de nuevo sus pequeñas manos para salir a caminar de nuevo.

Pasaban juntos por el parque de donde caían flores secas del árbol mayor, daban un bello aspecto a camino viejo, de antes, esa sensación en sus pies al pisarlas era tan grato como cuando el se acercaba a darle un gran beso en la mejilla.

De nuevo volvió a la realidad y noto que en medio de su soledad se encontraba el, con su olor a madera, a café...

¡ Salió hacia la cocina y preparo su cena sin dejar atrás ese recuerdo de infancia de la mano de su papá!

Comentarios & Opiniones

Penelope

Una historia muy dulce y anidada en la nostalgia mas persistente, de un vinculo profundo que siempre late mas fuerte que el corazon. Un abrazo amiga!

Critica: 
Silvia

Unas letras tan puras llenas de amor felicitaciones! gran beso.

Critica: