Sin tenerte fuiste mía.

Después de tanto sigo siendo aquel,
Niño poeta que te pintaba versos en papel,
Que te observaba,
Como un loco enamorado en la distancia,
Tù,
aquel amor platónico, mas lejano de mi infancia.
Con tus ojos,
claros como el café,
Llenabas con desvelos mis noches infinitas,
y no sé,
De alguna manera te había soñado antes sin dormir,
Me preguntaba,
si por amarte tendría que sufrir,
Y no me importó,
volar amarrado a tu cintura,
Ya tenía experiencia, rompiéndome en pedazos frente a tu figura.
Tu sonrisa era el abismo más dulce por el que pude caer,
Sin defensa alguna,
la batalla que nunca gané,
y no me canso de perder.
El blanco de tus dientes, iluminaban la estancia mas que un sol,
Como la luna tan distante pareces,
más aún, ahora que no estoy.
Y te ví aquel día,
como lo imborrable de un tatuaje,
Te quedaste en mi pensamiento,
No sé si fue mágia,
pero sin lenguaje, me dijiste:
-yo me quedo aquí adentro.
Y cuando te tenía enfrente derrumbabas cada muralla del castillo,
No había tiempo ni espacio, ni poemas,
Ni para mi canción un estribillo.
Eras todo, sin que pudiera existir nadie mas,
Tan hermosa, como una luciérnaga iluminabas de día, mi más amarga oscuridad.
Y como ayer, el tiempo aun no pasa si te llevo dentro,
Y como el más perro fiel, abro mis alas, para salir en busca de tu encuentro.
El cielo como siempre, parece ser el mismo en esta ciudad,
No sé como sentirme, si muerto, si vivo, si eres tú quien me abraza, o esta soledad.
El piano llora, como el mismo cielo por las noches incompletas,
Llenas de vacío por tu ausencia, ¿que importa ahora?, si no te moja el corazón, por tener la ropa puesta.
Eres tú mi poesía niña, si naufragué en esa piel que jamás tuve,
Sin tenerte fuiste mía, y sin tocarte pude tocar el blanco de las nubes.
Si sin conocerte te conocí, y toqué tus labios en mis sueños nada mas,
Fuiste esa estrella, que aún brilla en mi cielo, tan distante y delicada,
Tan mía tan de nadie, cada vez que me hablas y no estas.