En el lejano silencio

En el lejano silencio de los templos
mesiánicos, el mundo se diluye
en sus hondas raíces.
Las esferas del pensamiento giran
en la matriz del inconsciente.
Freud discurre entre las escarpadas
agonías de la razón, los miedos
que aprisionan la libertad de la acción
y la personalidad efervescente del hombre
primitivo y su singular ascetismo
que esconde cobardía.
En la antología del tiempo que es hoja seca
nadando en el estanque, reposa
la frustración de las almas amilanadas
por su propia miseria existencial,
sitiando toda vía para encontrarse
con su destino y librar la batalla
de contemplarse así mismo.
En el lejano silencio de las antiguas civilizaciones,
una brisa de mustia filosofía embarga
las sendas del futuro.
Descartes enfrenta la liturgia de las dudas,
bajo un sol derretido en las sombras
de sus disyuntivas y pregunta al octagrama
de sus inquietudes, qué método hace al hombre libre.
Al amanecer en las cuatro esquinas
de la orbe, la tierra espera ser surcada
por las virtudes plausibles que nazcan
de la lucha por una existencia cónsona,
con el verdadero sentido de la felicidad,
la igualdad y la justicia.