El último poema

Dos incansables ojos abiertos,
Se mantienen a pesar de las ganas de dormir.
Una tormentosa y punzante pregunta me incita a quitarme las ganas de vivir.
Las llagas que se han generado por la constante autolaceración de mis propios pensamientos castigándome por pensar en ti,
Me descomponen como una úlcera en la boca del alma.
Tú me estás asesinando, tú me estás matando.
No quiero ser soberbia, sin embargo, me pregunto con frecuencia como no te enteraste que yo era lo único real en tu vida.
Ni los peones que te explotan todo el tiempo por un sueldo indigno, ni los caballos que ni siquiera son tus amigos y critican a tus espaldas, ni las torres que te quieren sólo una noche, ni los alfiles que siempre te han acompañado pero que prefieren sacrificarte a ti antes que ellos y peor aún la reina de la estupidez que te idealiza como si tú fueses un rey.
Nada es real.
Yo era la pieza que te faltaba y que eliminaste de los cuadros y el tablero.
Tú eras el jugador, entonces, tú perdiste primero.
El permanente cáncer se está esparciendo en todo mi cuerpo, mientras tú mano prefiere dormir con el bisturí debajo de la almohada.
No quiero llevarme rencores a la cama, pero
A veces ya es muy tarde para hacer esa llamada.
De todos modos, ya me convertí en una adicta a las drogas.
Mi último mensaje es mi sentimiento en forma de poema por lo más grande que compartíamos.
Míranos.
Después de tanta felicidad.
Qué poca cantidad te ofrecieron para venderme.
“Ya duerme”, me digo a mi misma.
Mientras escribo las últimas palabras que mi boca te tiene que decir:

Estás muerto para mi.