AL DOBLAR LA ESQUINA

AL DOBLAR LA ESQUINA
Todos los días a las ocho menos veinte de la mañana, María da la
vuelta a la esquina de su calle tropezando con Andrés, que indefectiblemente deja entrever lágrimas en sus ojos.
Aunque sus familias son amigas, ambos se relacionan muy poco
pero por extrañas circunstancias sus trabajos quedan relativamente cerca.
Durante dos años, de lunes a viernes, María ha sentido su corazón acelerado al doblar la esquina, presintiendo una humedad emocional en los ojos de Andrés, que poco a poco se ha ido convirtiendo en un extraño sentimiento de complicidad.
Ella se siente amada en silencio, ese silencio que se le sale a el por los ojos.
Andrés está resuelto.
Finalmente hará caso a su oculista y se operará los ojos.
Está harto y decidido a dejar aquel martirio de ponerse el colirio al salir de casa. No hay manera de que dejen de llorarle los ojos.

mabel escribano
d.r.