Caminos arenosos

poema de Laya

Te veía clara caminando hacia el sol.
Resplandeciente observando el océano.
Sus olas mojaban tus piecitos.
Y con tus pequeñas manos construías caminos de arena.
Eran caminos rodeados de caracolas abandonadas.
Por los cuales el agua pasaba.
Caminos con piedrecitas y pétalos de flores que de los árboles cercanos caían.
Con semillas de fe y esperanza.
Te veía correr descalza.
Por la playa de arena blanca.
Te veía saltar, reír, amar.
Y veía tus huellas incrustarse en la arena.
Hacías de aquel lugar un espacio de caminos.
Caminos sin orden preciso.
Sin salida ni llegada.
Sin origen ni final.
Solo eran caminos infinitos.
Tus ojos avellana los observaban con amor.
Eran tu creación.
Eran tu vida.
Aquellos caminitos que caracolas recorrían.
Tesoritos habitaban en ellos.
Y de manos infantiles nacían.
Caminos invadían aquellos atardeceres.
Caminos que las olas alteradas por la luna no borraban.
Que no iban ni venían.
Que a ningún lado conducían.
Tú solo los creabas.
Y yo mirándote desde mi árbol.
Fascinada.
Me preguntaba qué hacías de ellos.
Pero pronto lo adivinaba,
Por cómo los mirabas.
Eran tu mundo.
El mundo de tu niña.
Aquellos caminos eran tú.
Y corrías rodeándolos.
Los mojabas con gotas de amor.
Los hacías vivir con tu resplandor.
Los iluminabas con tu bella luz de inocencia.
Hubo un día en el que de mí te acercaste.
Y que a mi oído susurraste.
"Ven a hacerlos conmigo".
"Ayúdame a crear caminos".
Yo dudosa quería ir contigo.
Pero temía arruinar la magia de aquel mundo arenoso de mil destinos.
-¿Y a dónde debo dirigirlos? -Pregunté.
-Hacia donde te parezca que deben ir.
Y así te fuiste sonriente, danzando entre tus encantos.
Y me esperaste sentadita,
Allí en el borde del mar.
"Tendré que irme" -Me susurraste.
-¿A dónde? -Te pregunté.
-Debo tomar mi propio camino.
-¿Y para donde te llevará?
-Me llevará hacia un destino.
Me hiciste entender, querida niña, que me confiabas a mí tu mundo.
Aquel mundo de líneas infinitas.
Y te marchaste no sé bien cuándo.
Simplemente me di cuenta de que ya no te veía.
Que tus ojos avellana ya no existían.
Que tus caminos sin fin era lo que de ti quedaba.
Y empecé a crear nuevos.
Nuevos sin finales.
No les asignaba origen ni llegada.
Los dejaba decidir.
Que llevaran a donde ellos quisieran.
Y que comenzaran como lo desearan.
Aquellos caminos arenosos,
Que las olas del océano no borraban.

Comentarios & Opiniones

María del Rocío

Wow! Como me sorprende tu enorme talento. Laya, pasa a mis escritos son muy parecidos a los tuyos claro que nada de buenos! Besistos preciosa!

Critica: 
Laya

Maria del Rocio, GRACIAS !
No tengo palabras para describir la felicidad inmensa que me das al leerme y comentarme.
Siempre te leo, y me encanta como escribes.
Con gusto a partir de ahora te dejaré comentarios.
Saludos !

Critica: