Háblame, mírame, desármame

La voz que grita,
La voz abrazada a la esperanza
De verte y no tener que soltarte.

Mi vista que te piensa,
mi mente que te quiere ver.
Mi pensamiento te huele, te ve y me tienta;
me tienta a verte y no tener que soltarte.

Tienes la habilidad de eclipsar mi todo;
eclipsar, inutilizarme, desarmarme y desnudarme por dentro.
Como un niño indefenso frente a un lobo
no veo momento de librarme de ese sentimiento.

Indefenso me veo,
sin arma alguna para combatir tus miradas.
Sin arma alguna, me encanta esta desarmaura.

Sin capa ni escudo, me tienes desnudo:
desnudo de mentiras y temas ocultos.
Desnudo de alma sin temor alguno
espero ansiosa tu siguiente mirada
para verme de nuevo indefenso, desarmado y desnudo.

Qué inesperado rio de sentimientos.
¡Qué corriente de pensamientos!
Sin pretenderme forzar
mi ser me obliga a frenar.
Mi cabeza pide sentido y razón,
mi corazón pide tensión y pasión.
Joven (e inexperto en estos temas) cachorro débil,
que pintando tu rostro de dureza, intentas esconder tu perfecto desnudo
pretendiendo enseñar el lado duro, el lado más varonil:
Escondiendo lo precioso y haciendo caso omiso al corazón, grande y mínimamente duro.

Mírame, tortura mi indefensa cabeza.
Mírame, acicala mi corazón.
No se si será la cerveza
pero me siento entre algodónes,
entre nubes, entre montes y entre densos y acojedores pinares.

Viendo los días pasar
no veo que me pueda caer.
Entonces, del corazón hacia delante tiraré sin nunca jamás parar
y obviando más, si cabe, mi cabeza que tanto me hace enmascarar.

Hablame, mírame, desármame.