Manchas del Paraiso

poema de Antonio Liz

Es la época, es el año, es el día, también las horas y aquellos segundos que completan minutos. Existen colores, el rojo, azul, el amarillo, y el blanco que imaginas con tus ojos cerrados. Existe el pan, aquel gallego, bretón, integral, el de la copa y la hostia.

Tanto amor, tanta pureza, dulzura infinita, ojos que no los identifican, menos lo sienten, pero te atropellan sin darte cuenta. El mínimo silencio, con pizca de armonía, el arpa sigue al violín, piano cobarde que esconde sus teclas.

Aroma cristalino, pétalos y más pétalos, ondulada es su función, brisa folclórica. El jardín debe de estar cerca, muy cerca, aquel olfato inspirado en lo curioso. El problema es más grave de lo que pensé, ¿Qué hace una nariz en plena obra del ayer?.

¿Cuáles de las luces te inquietan?, será la del foro, aquella del bombillo, la lámpara de gas, o la estrella fugaz. Primitiva se llama, nunca insegura, jamás en libros, nunca en tus sueños. Invidente es permitido, oxígeno clausurado, sordera eficiente, un gusto sin barriga. Perfil manchoso, como el vino, que mancha, cuando te despides.