1944

poema de Antonio Liz

Yo cerraré la puerta por ti, no tienes que acompañarme. Solo migajas de cenizas que escandalizan el momento de mi partida, frecuentan en aquellos ecos, que proclaman que existía. Si es por mimarme, mi consuelo sería lo llano, ya que mi falta de calzado frecuenta pisar lo rústico y bien afilado.

No soy el primero, y menos el último, soy aquel perdido en los números. Si me encuentras en libros, mienten, si acaso alguien supo de mí, se equivocó.¿Desde cuándo fui proclamado como una mínima atención?. Ahorra tu dulzura, para tu primogénito, tus sobrinos o primer nieto, no lastimes tu corazón con el agridulce de mi reflejo.

Existe aquella melodía, pianos y violines que siembran penas, sopranos y altos con cautela. No soy yo el de las lágrimas, menos aquel del quebranto, y nunca el bailable o cantautor. Si me imaginas en el paraíso, te falta el más preciso equilibrio, el mal y el bien, aquello que todavía sigo, sin entender.