El Poema del Enfermo

Estas sábanas aromatizadas
Por el olor corrompido de una enfermedad irreversible
Ha sido mi adlátere más noble y honesto.

Vivo pero agonizante en un aposento frío y cruento
Yacía como una hoja
Que admiraba la destreza de las corrientes acuáticas
De una lluvia solemne
Que se esparcía plausible en un légamo inocuo.

Tácito ante las premisas de un fin biológico
Estaba en un nido de cemento
Postrado en una posición uniforme
Y rodeado de almohadas rígidas
Que sajan mi piel
Cada vez que me contorsiono.

Miraba a los perros que jugaban a olfatearse
Y reflexionaba que ellos vivían menos que un humano presunto de inteligencia
Pero las vueltas de la vida me dejaron en claro
Que los perros viven igual que uno mismo
Debido a que los canes viven sus días al tope de la dicha recóndita
Algo que yo nunca supe equilibrar.

Pensé en aquellos niños que deberían estar
Volando volantines y atizando esféricos
Comprando cabritas de panizo y dulces coloridos
Que dejaban en opulencia
Sus risas, sus saltos, su niñez.

Quizás rendirme ante una extenuante lucha
En ascuas contra un fantasmagórico ser impenetrable
No era tan malo después de todo

Y lo afirmo

Porque vi entre neblinas y pajarillos de optimismo
Rostros de seres amados
Que me hicieron desidia
Cuando un bostezo espectral del óbito
Se impregnó en sus pechos seniles y ascéticos.
Solo pensé en mi vida
Divagando entre recuerdos
Hasta que mí querido vástago
Me despojó de mi ego
Al apretarme mi mano con cierto abandono y melancolía
En forma de cataratas en sus diáfanos, vivos y delicados
Ojos azules.

- ¿Tú me quieres?

- Te quiero mucho

Solo ese recado majo era el que necesitaba oír
Para que de pronto ingresara a un túnel
Donde las presencias que ya había mencionado
Me tendían su mano con cierto regocijo.

Me sentí liviano y lo único que supe
Es que algo recién iba a comenzar.

¡Y luego dicen que los muertos no sufren!

- Franzliche. Chile, 2016.
23/09/2016