Mi gata arisca

Mi gata siempre ha sido muy arisca.
Siempre distante, pero cercana. No le gusta que la abracen, pero te acompaña de cerca cuando lloras. No le gustan las visitas, pero las vigila refugiada en alguna esquina, protegiéndome de manera silenciosa.
Pero un día se encariñó de un extraño. Su polerón se convirtió en su nuevo capricho, porque su aroma la enloquecía. Ese perfume a chico desapercibido.
Lo abrazó, como a nadie más ha abrazado. Yo, ilusa, creí que eso era buena señal, que quizás él era el indicado. El bueno. Si mi gata arisca lo amaba, yo también podía.
Con el tiempo, hay días en que me pregunto si habrá notado su partida. Si acaso se habrá preguntado por qué su polerón favorito nunca volvió a cruzar por la puerta.
Me pregunto si lo llegó a extrañar una milésima parte de lo que lo llegué a extrañar yo.
Ese chico desapercibido que te embrujaba con su esencia y se convertía en tu capricho favorito.