Llora, mamita, llora

Que ha pasado? No lo recuerdo.
Solo se que corrieron sus pasos alejándose de sus brazos.
Allá va mi madre; valiente mujer, en su juventud plena, lo que fue del ayer.
¡Corre!, le grita.
Con mirada de despedida palpita triste su corazón, con sus dos pequeños retoños que en el pasar de los años le acompañan hoy.
Allí estaba mi padre,
gallardo y valeroso, siendo la barrera ante la huida de aquella mujer que dejaba a su esposo. Sufría, lloraba, la música de las balas le acariciaba y la melancolía sin piedad y fría la desgarraba, así sufría sin consuelo, ¡como lloraba!
Aquel infierno de balas que vertía en la noche oscura, traería una herida profunda a la vida de aquella criatura.
Dice la voz de la doncella, mientras sus parpados no aguantan el peso del llanto, que el canto de la muerte en su pecho asechaba con el dolor que mataba a su amor.
Horas y minutos pasan, solo recuerda que tomó el fusil, antes de el ultimo adiós de aquel hombre viril.
¿Donde está mi padre?
Allá está, en el suelo tendido, con el pecho destruido, sus ojos lejanos por siempre dormido, ya se marchó.
Llora, mamita, llora.
Desahoga tu dolor, aquí estamos tus dos pequeños frutos de aquel amor.
Su cuerpo sin vida en el suelo, sus ojos aun abiertos ¿por qué?
No los han podido cerrar, mientras sobre el cuerpo sin vida una voz tierna que dice
“Tata, tata“
Una pequeña mano se extiende sobre su rostro, alivio al último adiós, cierra aquellos ojos lejanos en el silencio, mi padre ha muerto; ya se marchó.
Llora, mamita, llora. Desahoga tu dolor.
Quisiera haberte conocido, no pude en persona,
mas te conozco en el amor de aquella mujer bella que amaste y sin duda te amó, la que aun en sus noches te sueña, pues la llama de tu amor; jamás se apagó.