Lluvia que no moja.

¿Sabes…? Ahora mismo llueve con fuerza.
Agua que refresca la noche más calurosa,
y que devuelve el aire a los pulmones,
que sabe a limpio y a tierra mojada.

Llueve, y sin embargo, mi boca está seca.
No se apaga la sed de mis labios sin los tuyos,
ni siento la humedad de las gotas resbalando
por mi piel, como pequeñas lágrimas de placer.

Sigue lloviendo, intensa y desbordante tormenta.
Y no dejo de pensar en mis demonios, compañeros,
esos que me llevan una y otra vez a tu guarida,
donde tienes atrapados mis deseos más ocultos.

Allí donde el mundo es una sábana manchada,
las palabras no tienen memoria ni vergüenza,
y susurran o gritan, o se callan en segundos.
Porque a veces, hasta ellas, sobran entre nosotros.

¿Me recordarás quizás…? O quizás no.
¿Tiraste la llave en el fondo de un cajón olvidado,
junto a la vela casi consumida, que alumbraba
nuestras interminables noches de tormenta?

Tan absurda yo, en el fondo de ese cajón,
olvidada y descolorida flor que un día cuidaste.
Con el mimo de un experto jardinero me regabas
y crecí orgullosa, a tus pies, entregada y casi feliz.

Ahora veo mi piel desvaída y ajada, sin vida.
Mis colores se fueron, al tiempo que llegaron
el olvido y el desierto, sin apenas darme cuenta,
sin saber porqué ya no llovía en primavera.

La lluvia golpea mis recuerdos esta noche.
Y no deja de remover mis entrañas con dureza,
cuando ya creí que te tenía en el olvido,
me doy cuenta, que nunca te fuiste de mi lado.