Descansaré.

Sí un día cogieran uno de mis manuscritos, espero que lo lean con detenimiento, bajo la luz de la luna,
O en un cuarto ligeramente iluminado, tal vez por una vela de cera, o por un bombillo viejo y amarillo.
Que aquel que lo encuentre, lo devore, lo obsesione y se lo quede.
Que no lo muestre, pero que se inspire.
Entonces y sólo entonces, que escriba.
Que tome un bolígrafo barato, un lápiz con grafito mal articulado o un portaminas de no más de un dólar americano, y que escriba.
Que le rece a todos los santos de las plumas, los versos y las letras, y los evoque.
Que edifique altares con decenas y decenas de borradores, de hojas y libros.
Que sepa entonces lo que es odiar en papel, amar en versos y divagar en letras.
Que consiga una voz interna; y que aquella se mezcle hasta ser irreconocible con las miles de voces de personajes que inundaran sus escritos; y estarán por nacer.
Ojalá y le escriba; a la felicidad de la muerte; a la tristeza de la vida, a la locura del amor, a la ansiedad de los sueños, al silencio de los deseos y al ruido de las carencias.
Espero que cada escrito tenga diversidad de razas, diversidad de religiones, de pensamientos, de creencias, de leyes y reglas.
Deseo que escriba sobre: el pobre, el rico y el clase media.
Que cuente las nimiedades científicas, las gloriosas rutinas, la extensa historia, la infame política.
Sueño y aspiro que hable de Dios y sus orgullosas excentricidades, y su magnifica bondad, y sus selectas bendiciones.
Y una vez termine, y la pluma, tableta, teléfono, computadora o maquina ancestral de escribir, se detenga en el poderosísimo final,
Vuelva a aquel recoveco, esquina, sofá o lecho donde encontró por primera vez mis letras, y con nostálgica sutileza abra aquella encuadernación de colores oscuros, azules y rojos.
Donde en un tiempo ya olvidado, un tal D.G. Falls, plasmó aquellos sentimientos que hoy lo invaden también a él.
Porque será allí, en ese portentoso instante, donde mi espíritu conocerá el descanso,
Y cada trazo de mi vida tendrá un sentido, y cada vivencia ajena a todo el mundo que no leyó, ni sufrió ninguno de mis escritos, tendrá un fin que, sin duda alguna, será digno.