Una pregunta desafortunada

Sentado bajo el infinito cielo nocturno que se oculta detrás del humo del cigarrillo que se consume con sigilo, miro millonésima de estrellas que ostentan su impoluta belleza incorruptible.

Hierros viejos y oxidados, ocultos entre la frondosa vegetación, sirven de asiento a mi cuerpo cansado, desgastado y hasta un poco viejo… Solo un poco.

No puedo evitar pensar la pequeñez del ser humano, cada vez que mi mirada se fija en los gigantescos astros extraterrestres, que ante los ojos del observador remoto parecen minúsculos.

Y cada aspiración del fino y alargado veneno punza mi corazón y trae hasta mí, recuerdos de amores que ya se han ido lejos, casi tan lejos como las estrellas que observó y me siento solo, sin poder hacer más que soportar la molesta carga que la soledad me impone como un castigo caprichoso.

¿Donde estará la inspiración que necesito?

...tal vez las noches de estío que se aproximan, a paso de caracol, traigan consigo la respuesta a mi pregunta desafortunada…

“la vida muere de inanición sin sueños ridículos que la alimenten”