Musa inspiración

En las noches otoñales, cuando el silencio inunda las calles vacías de vida, y la moral de los hombres no se juzga, como el agua que brota del las grietas , el verso se escapa del alma. La mirada de los aedos no se quita del lápiz que, con sus trazos, inmortaliza la onírica canción.

Las musas, bailan danzas místicas y milagrosas y susurran líricas a los oídos de los lánguidos poetas muertos, que en el acto, se inundan de inspiración y escriben historias bárbaras, épicas, lúgubres; odas vívidas de dioses y héroes, de titanes, de ángeles y demonios, de la noche de ensueño; de amores enpalagosos entre fuertes y débiles, ricos y pobres.

Entonces, la divinidad Melpómene, vestida con túnicas escarlata, acuda a la ayuda de los hombres solitarios; desvelados a luz de lámpara e impregnados del humo de cigarrillos perniciosos que descansan en ceniceros, apilados y funestos. Y regala a ellos bellísimos y tristes dramas gregorianos dignos de lágrimas pesadas y sinceras como el amor de los niños.

Y pasajes de sus versos dicen:

“Los impíos la reclamaron, y en la noche de luna roja la alejaron de mi protección. Pero en el nombre de los negros demonios encarnados, que se ocultan en las sombras insondables de la noche, pronto yo la reclamare y la alejare de esos que se la llevaron, y de nuevo reposara su nuca en mi regazo y sus brazos en los míos y jamás la dejaré partir. Verteré toda mi furia sobre aquellos que en nombre de la justicia osaron lastimarla y ellos perecerán y sus fallecidos cuerpos serán combustible de mi fuego. Porque el hombre es animal de venganza y persiste su odio hasta conseguirla.”