La expulsiòn del paraìso

I
Supliqué, con toda la vergüenza que me era posible,
con la garganta dañada por bramidos guturales,
con aquella ilusión de quien quiere negociar con la muerte,
que no me negara su gracia y su dulce cobijo;
Mas siempre es tarde para lo que nace a destiempo.
II
Ahora estos pies descalzos pisan el suelo candente
plagados de ampollas que estallan a cada paso.
Ahora, a mi cabello enredado y polvoriento
solo lo acarician los rayos de un sol que flagela…
¿Serà que estoy solo, entre una multitud de solos?
Evoco el triste recuerdo de los días del paraíso.
Días sepultados o atesorados, no sé con certeza.
Lo único seguro es que jamás volveré a el.
III
Pero sigo vivo, por bendición o como condena,
donde ninguna de las frutas me ha sido prohibida.
Que patético era, cuando gimiendo y llorando
imploré que me libraran de este valle de làgrimas.
IV
Sonrío de nuevo mientras el Edén renace bajo mis pies.
Soy un apostata de un pasado que no pasa del todo.
Soy un exiliado adoptado por el cariño humano.
Soy aquel pecador que fue expulsado del paraíso.