CLAUSURA

Escuchas la voz de otros, lejanos,
igual que si el sonido te perteneciera,
previenes que tu palabra es en vano,
te retribuiría que la atendieran.

Reservas para ti los sinsabores,
las alegrías, los fracasos
y los triunfos, los amores
que percatas escasos.

Nadie invierte en tu suerte,
nadie se implica si se complica,
nadie se prenda de repente,
nadie recuerda, nadie auxilia.

Con el tiempo, ya no importas,
tus vivencias para nada valen,
deben tener las suyas, otras
que les dañen,
y cuando mediten sobre las tuyas
comprenderán que las propias
tampoco importarán a nadie.

Es la estadía del conocer,
del saber por el saber,
del sobreentender sin ver,
del empírico aprehender.

No desean escuchar tu voz aviejada,
eres añoso; tu palabra ruge ufana,
tu locución inconveniente,
atravesando el pasado y el presente.

Por ello te retiras y acoges voces
lejanas, que jamás te juzgarán,
que jamás considerarán
la réplica, porque no te oyen.