Capitulo 1

Cuando entono una canción de esas que dan escalofríos, que describen un parque sucio, una isla más que desierta, ocupada por caracoles y rumiantes, no quiero oírte decir que ando dormido, que no he lavado los platos, o que soy un enfermo crónico. Lo que ocurre es que he dejado la bolsa de la compra en el umbral de la puerta, y como un tonto he esperado a que llegaras y me recordaras que la compra lleva dos horas en la calle, como una cesta de Navidad olvidada, como una carta hecha añicos. Si he dejado las puertas y ventanas abiertas de par en par a la intemperie es porque me imaginaba que treparías por la parra como un mono.
La planté para facilitarte las cosas, incluso dejé una llave al lado de la puerta con tu nombre, pero está claro que trepaste en una noche sin luna y con tus pobres ojos no me viste cocinar el merengue o avivar el fuego. Me dicen que los monos no son tan inteligentes como se pensaba en el pasado, yo no lo creo, sois distraídos como la copa de un pino. Me levanté temprano y recogí la bolsa cubierta de escarcha; había tantos manjares desconocidos, granadinas, albaricoques, lechuga de caracol, tomates peregrinos. Pero bueno, siendo tú un hombre hecho y derecho, no te has reconciliado aún con la pérdida de visión, con unas piernas flojas, una barba más blanca que negra y unos pantalones descosidos.
Me dices que el trabajo es agotador y que a veces no recuerdas dónde dejaste las tijeras o el almidón. Yo no entiendo a los sastres en este siglo de avances tecnológicos y comunicación. Pero te dejas las agujas en cualquier parte, y me pides que las enhebre, que no ves. Si te quisiera, quizá no lo haría, pero eres un sastre que hace trajes de franela, con bolsillos grandes y braguetas de 50 cm. Te tengo infinita ternura, aunque nunca te hayas ofrecido a regalarme uno de esos trajes.
Cuando ese joven llega con su envoltorio de tela ya cortada y tú trazas líneas con tiza, yo me descojono de risa. Y me miras inquieto, ¿es el amor, una cuadra de jumentos? Me preguntas como si nada, yo me encogí de hombros y te respondí con una pregunta: ¿qué es jumento? Chasqueas la lengua como si no viniera al caso entender el significado de ninguna palabra. Pero fuimos amantes antes de que la tiza se inventara y que los hombres navegaran en veleros de papel. Me pides una y otra vez que meta la compra en el frigorífico, y tu voz tiembla como un cantante de ópera incapaz de articular una sola nota. No necesito que me expreses tu desazón, pero el frigorífico no enfría y ninguno de los dos acepta el desafío de llamar a un técnico o comprar otro nuevo.
El amor se desgasta, me dices. Se desgasta, malgasta. Esas palabras son tan lindas que me enternecen. He notado que tu vientre se hace blando y cuelga como la masa del pan antes de entrar en el horno.
He aliñado la ensalada con aceite, vinagre y sal, prefiero el aliño que la ensalada, y si he dejado alguna miga que otra en la fuente es por puro egoísmo, me gusta mojar pan, ¿cómo quieres que considere tus preferencias antes que las mías? Cuando un gesto tuyo denuncia tu enojo, saco las migas de pan y me relamo los dedos con satisfacción, y ahora te ríes como un niño dejando escapar en cada golpe de risa años de fastidio, y ternura. Me echarás de menos, me dices. Ahora no paseamos juntos, tú vas delante o muy atrás, yo entretanto me fijo en tu manera de caminar en sentido transversal, como si te faltara fuerza en las piernas, y tu mirada un tanto vacía se despereza frente a la luz que cae de un cielo sin medida y aumenta tus pupilas. Si te miro de arriba abajo es por curiosidad, ese traje de franela que te hiciste a la medida es demasiado ancho para tu figura escueta y, sin embargo, deseo esa mano que descansa en tu bolsillo, y ese anillo que te queda grande y aparece y reaparece en la lavadora. Siento que en esas cosas que llevas puestas tu tacto, tus pocas posesiones el lugar más legítimo, preferido para verte. Y por ello examino tus zapatos gastados, el peine apollado en el lavabo, o la cantidad de café que te dejas en la taza o la ropa que vistes o abandonas en la silla durante semanas. La franela de tu chaqueta es tan suave que cuando mi mano la roza, me siento frágil, como el hilacho que en toda prenda se percibe como un descuido; ¿seré un descuido ante tus ojos, o un hombre descuidado con grandes apetencias? Te observo dormir como si hubieras caído agotado, con la boca semiabierta. La cama es como un nido hecho a tu medida, si te encoges es para hacerte grande, cuando despiertes y vayas a la cocina a desayunar, despreciarás el desayuno y saldrás afuera a tomar aire, y entrarás una y otra vez y mirarás la comida con desgana y desdén, y el hambre te acorralará y saborearás lo que hay con gusto, sin decir palabra. Y lo que dejas se lo arrojarás a las gallinas, a los pájaros, con un solo movimiento las sobras se dispersarán, volarán envueltas en tu saliva, en una sola dirección y cerrarás la puerta del patio."

Comentarios & Opiniones

Trinidad Catalan

Es prosa poetica, y como anuncio es el primer capitulo, esta relacionado con el tiempo y la fuerza y fragilidad del ser humano. Os he enviado este fragmento y os enviare otros, es un relato poetico.En esto describo una cotidianidas peculiar que

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Trinidad Catalan

emana del querer.

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Trinidad Catalan

Es tu facebook? he pedido a "request". Tienes un gran talento, me gusta tu poesia y tu nombre. Un centinela vigila y los astros se mueven a su alrededor.Asi es tu poesia un universo nuevo.

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