Las otras ruinas

Me he de cobijar en esas, las otras ruinas,
para no tener que decir que te quiero.
Esconder las lágrimas en la servilleta,
tenderte la mano y el eco de la mirada en silencio.

Entrecruzo ruinas que no entiendo, que vienen de lejos,
extraños recuerdos que no son los míos
y olvidos de tiempos pretéritos
que aturden como estruendo.

Contemplo nuestra vida, sentada y disminuida
sobre una roca grande en medio de las ruinas.
Con inspiración disimulada e incertidumbre alebrestada,
repaso la oquedad de tu voz ahogada

porque debajo de las ruinas hay otras ruinas,
sin oportunidad de que ninguna lágrima
reconstruya todo aquello hoy derruido.
Si acaso, con el derecho a sentir un poco de nostalgia

como pasatiempo de nosotros los ingenuos
y como recurso recurrente de los románticos.
Pero luego están mis ruinas, las otras ruinas,
sin oportunidad de que ninguna lágrima…

Bueno, tú sabes, sin oportunidad de nada
ni si quiera de atreverse a decir, te quiero.