Fruto

poema de Antonio Liz

Lo ajeno de la vida, vive en tus entrañas, perteneciendo al ritmo del vivir, el lenguaje paralelo que inviertes en un porvenir. Puedes llenarlos de grandeza, pero ellos crean sus propias riquezas.

La ternura rinde más que el océano, pero depende de ellos, si manifiestan lo dulce o salado. El amor crea la espina más dolorosa, aquella de amarlos más, que perfora tu alma de solo pensar, que ya no estás.

Aquel calor materno, que abrigaba su cuerpo, ahora vive en el recuerdo, deseando el mínimo sueño, para sentir el amor eterno. Si es por soltar su mano, que te acompañen los ecos de carcajadas de niñez, y si tus lágrimas no se comportan, aquel intacto cordón umbilical, declarará por siempre, la eterna propiedad.