El Disco Rayado

poema de Antonio Liz

Es una simple emoción, enriquecida por mi felicidad, alegría y ansiedad de esperar aquel maravilloso día. Puedo contarlo, puedo pintarlo, también escribirlo, pero con todo eso, no puedo explicarlo. Envidia de mi pasado, memorias inolvidables, envidia por volver atrás, por sentirme que el tiempo no pasa, el mecanismo de un disco rayado.

Unos de mis jardines, glamoroso y bondadoso. El viento cálido, la expresión de un buen agrado. El sentimiento de pura naturaleza, el cielo claramente despejado. El olor de la lluvia está presente, el sonido de todo tipo de ave se involucra como sinfonías, siguiendo cada letra musical. Sonidos diferentes, canciones mixtas, pero sin perderme y menos confundirme, ya que todas representan bellezas.

El humo de la Pipa, me recuerda a un abrazo de mi abuelo, el olor al alcanfor a las suaves manos de mi abuela. Niñez acaramelada, con el aroma del dulce de algodón en aquel pequeño parque, y las palomitas de maíz, de aquel viejo cinema. El lápiz colegiado viste mi nariz de fragancia de cedro, mientras que las hojas de papel, interpretan la sensación volátil. Sábado fuera de clases, paseo por árboles, visitas de alguien invitado y esperado. Domingo de misa, catedral blanca, vestimentas de buena tela, incienso repelente a lo malo.

Pelo adornado con fragancia de flores, pintalabios con sabor a frambuesa, talvez cereza, mi melancolía por nunca preguntarle a ella. Lazo de por vida, límite es la muerte, anillo que seguirá después de nosotros, tan pequeño material que interpreta que el amor va más allá.

Nido de convivencia, intención de crecer, sueños de lujos, horas de sudor. El balance de la tranquilidad, el argumento que mañana no podemos quedar mal, preocupación por estabilidad, ingresos con velocidad de corriente de manantial. Fundación de dos, multiplicado por 3, aritmética, álgebra y ecuaciones, resultado de familia, un total con diferentes versiones. Interpretación de generaciones, procurando que mis ojos puedan sumar, sin tener que presenciar lo natural que es restar. Cumplido y definidos, logros vistos, sueños cumplidos. Aquello que no se pudo hacer, aquello que se quedó en el olvido, nunca rindiéndome al retiro. La ley de la vida, no puedo evitar ese camino, la voluntad es lo requerido.

Mi frágil cuerpo maneja hacia un lugar muy bonito, no tengo edad para repartir juventud, pero si aquella para vivir con los míos. Comparto contigo otro jardín bonito. En mi carro traigo un cargo prestigioso, al lado mi compañera, y atrás sus padres que con tanto gozo por primera vez visitan esta tierra. El gozo por enseñarle todo me da vida, mi corazón salta de alegría por verlos aquí. Me imaginó camino a casa, sus ojos al presenciar tanta comodidad, lo todo que pueden comer, y lo mucho que les quiero dar.

Mi mirada se encuentra con el espejo, no por tráfico, y menos porque algo ha pasado. Mi imagen pálida me recuerda al único con nombre que se encuentra en mi presencia, aquel otro pasajero, que amenaza aquel asunto de sobrevivencia. Cáncer procura ser su nombre, paseando por mi jardín de emociones. Brincando por mi piel, rebotando en mis huesos, y refrescando mi memoria a lo que consideraba incierto. Pero una flor se apoya en mi hombro, la mano del viejo suegro se incorpora sin demora, su apretón me dice varias cosas, y aunque mis lágrimas se alborotan, vuelvo al jardín eterno, aquel compás del disco rayado.