Recuerdos de un Amor Otoñal.

A tu lado o detrás me he quedado estático,
El naranja del empíreo arañó la montaña del horizonte y cubrió su verde de un marrón otoñal.
Las hojas rojas marchitas cayeron a la hierba, mientras que las amarillas se quedaron sobre las ramas,
Mecidas, acaricias, inquietas
Sobre los lomos de los brazos inescrutables de los árboles.
Un conejo con el rostro apisonado como maíz se fundió con la inmortalidad del paisaje,
Y el astuto zorro nos observó en la lejanía.
Los patos de la tierna laguna, entonaron su coro final para marcharse al sur,
Mientras que tú me pediste una foto.
El mundo dibujó un retrato a tu alrededor, cuando las altas montañas, y los fornidos matorrales posaron desde tu espalda.
Y tú Mirella,
¡Cómo precediste aquella foto!
Las estrellas se acaudalaron en la bóveda celeste, y me besaste con la misma sonrisa que utilizaste para inmortalizarte en aquella imagen que quedó atrás.
Tu cintura diminuta aprisionada en aquel vestido de campo se reía de las hadas de los cuentos,
Y las ninfas se ocultaron en sus cuevas cuando cayó la noche.
Porque Mirella se desnudó, y las aguas de la laguna se apresuraron a su cuerpo,
Y yo con ellas te acaricié, pero no lo hice en tu superficie,
Porque te acogí el alma.
Flotamos como ondas dispersas por el cristalino líquido,
Como la causa de un efecto congénito,
Como la musa de mi cuento poético.
Cantaron entonces los búhos sus letanías nocturnas,
Y las cigarras los acompañaban con sus chirriantes entonaciones,
Unas libélulas con luces doradas nos iluminaron el campo y corrimos desnudos
En aquel claro de fantasía,
Como una vez lo hizo Dafne, y yo, fui tu Apolo iluminado,
Tu fiel consagrado,
Tu amor no superado.

*D.G. Falls.*
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