A ultranza

Siéntate, regocíjate en silencio,
mantén a ultranza este lapso
vegetativo que deseo liberar,
en el bosque blanco,
ocultos están mis anhelos
en el aliento dormido,
los desaires humanos propios
se difuman en eclipses arcanos,
de tu autoría en la resaca de tus labios densos.

Los deseos mundanos míos
rompen olas en el silencio tuyo,
en la línea de tu silueta perfecta
como la proa de un navío agraciado,
¡oh mis anhelos hacia los tuyos
existirán en los puertos que aguardan lejanos!
pertenecidos al poco oxígeno
de estos labios sellados,
como quieras, ¿quieres?…

A tu esencia, a tu abrigo,
en la boca temerosa del tiempo,
puesto que la lluvia está en los adentros,
miedo es el río hambriento
a ultranza de velos estrellados,
enternecidos y tocados por el viento…