Selva Virgen

poema de Zúntala

Aléjate de aquellos valles
Verdes y ondulantes
Techados por lianas,
Ramas y verde intención

En ellos reside el alba y la noche,
Su celo, permanece intacto entre el follaje
En ellos se esconde la norma más antigua
La canción más viva.
En ellos parece desparramado el cielo
Y las estrellan caen, ¡lo juro!
Como desnudas, por brillar.

Llueve, mucho, pero la sombra aligera el ruido
La hojas sumergen su piel en fuego,
en agua, arena y niebla.

De repente huele a peste y humo
¿Acaso el sol olvidó el camino?
No, la Madre Selva gime
Y un manto gris acompaña el llanto.

No educaron bien nuestro anhelo
Y sólo importa el fuego
La madera cruje
Se evapora el río.

¿Que somos, Selva Virgen, qué somos?
¿Protectores, testigos?
¿Videntes de un futuro culpa nuestra?
¿Creyentes de tan agrios caminos?

Somos una ironía de hueso y carne
Pues molemos hasta la propia víscera del bosque
Y respiramos el aliento imparcial
De la Amazonía

Nuestra certeza es la sangre, sí,
No como pulso de vida y alma
Sino como contrato con la hoz

¡Ay! Somos verdugos de nuestros propios pasos
Termitas de esta astilla espacial

¡Aléjate!, te digo
De mi santuario antiguo
Su único ídolo creíble
Es la maleza y su confín

Propongo adorar lo verde que se asoma en la calle
Santificar la yerba y el sauce
Purificarnos con las frutas olorosas
Y hacerle votos a los cerros quemados

Mientras tanto, vete lejos; ¡más lejos!,
Y si quieres canta una canción,
Cierra los ojos un poco, ¡deprisa!
Casi no nos queda selva virgen.