Manos frías

Las manos frías.
Acechaba la diversión al regazo de los presentes
huyeron mis pies de una piscina
las manos frías quedaron enredadas
un abrazo con sabor de puñetazo
paralizó las cuerdas del violín
que movía aquel escenario.

Cara de pícara, sí.
Más aún cuando me ató los hombros a los suyos.
Seguían frías las manos, más aun entre las suyas
esas eran hiedra de lana entre mis tentáculos de buzo.

Salió un cómplice. La piscina estaba acerca, ambos huíamos.
Una bendita ráfaga de trampa sacudió la suya.
Me reí.
No le hizo gracia.
Perdió su picardía y la recobró cuando
mis manos frías cobijaron a las suyas.

Entre tanta diversión de acecho, llegamos a un refugio.
Y nos despedimos.