Preludio...

poema de El Caminante

Perséfone espolea su rocín,
-¡preludios de su reino ayer llegaron!-
del dios del hielo, exhausto y senil,
su talle atisbo gravemente doblegado.

Van desistiendo, saben su fin
las nieves, que en mi ánimo tallaron
femeniles réplicas, los mil
etéreos e invisibles artesanos.

Somos descendientes del bíblico Jardín,
por nuestras venas fluye algo errático,
un ansia imperecedera, por un leve desliz...
¡estirpe de sufridos malhadados!

A la siringa responde un cornetín,
a tu belleza, lo intenta el árbol blanco
de flores engarzadas, rosa y añil,
de alondras sus perfumes aspirando.

En vano emularía aquel Pensil
un ápice de tu paz y de tu encanto:
en el corro de las fadas dancé febril,
gocé en unos minutos muchos años...

Pues ansiaba otra era para mí,
llámese reino, ínsula o condado,
con boscajes infinitos, y la vid
dondequiera que mirase, madurando.

¡Un Valhalla -banquetes, loor a Odín-
sin pendencias que sanases los milagros!
Un Parnaso, más verde y más afín
a la serena voluntad de marzo:

¡cese y contemple el hombre, infeliz,
rinda tributo, sucumba a los Faunos
sus prosaicos principios, sólo así
no ofenderemos a Gea, al gran Barbado!