A Mireya, una vez más…

Ya mi jardín te espera. Dicen los lirios ¡ilusos!
que han de verte aparecer en cualquier noche;
que escrito está - pero en un sueño-
tu retorno triunfal a abrasar de amores
como antaño este poeta te veía:
¡huracán perfumado de despiadados goces!

Mi ocre pensil te espera… mas no te engañe
el canto triste de la adelfa, ni te asombren
los trinos melancólicos, ni el desvanecimiento
de los rosales húmedos. Tu nombre
bastará con ser oído una vez más
¡para arrancaros el luto, viejas flores!

Mi Edén caído te espera, con sus mirtos soñolientos,
estatuas de jaspe bajo castaños ocres.
Y bancos que aún huelen a infatigables besos,
a caricias de invierno y mejillas adoradas. Olores
más allá del tiempo y de la vida. Todo te espera,
Reina de milagros, única luz pura en el orbe.

Mi sangre hecha tierra te esperará. Fecunda,
potente, desde tu altura creadora bien conoces
mis huellas aún tiernas, mis lágrimas ardientes
resuenan mansamente. Ambos sabemos que las oyes:
te guardo las primeras, y en cántaro de oro
beberlas a escondidas hemos. Y sonreirán los dioses.