Mireya, flor de Huaquillas

poema de El Caminante

Tú que hilvanas la vida con mis sueños,
¡cómo te borra de mí la triste Aurora!
¡Cómo profana el descuido de Morfeo
tu cálido aliento clavado en mi alcoba!

Sí, porque seduces sin pensar
a los duendes de la floresta honda
(asombrados ojillos en lo oscuro,
por tí supieron del rubor y la zozobra)

Sí, porque seduces sin sentir
a los viejos tritones; tú ahondas
en sus cuevas de melancolía
deseos sin luz, para almas rotas.

Sí, porque seduces sin pasar
apenas tus ojos, ¡fugaz beso de rosas!
a este, tu poeta, cáliz de espinas,
atormentado devoto de tu boca.
...
Por ella conocí el sabor
que siente el mártir en su justa gloria,
el deleite del emperador
ante las mieses de la Victoria,
la ternura del que es nuevo en la vida,
el dolor de una verdad remota
y esa pasión envenenada
que espera, y canta, y ríe...¡pobre loca!