Al Rincón del León

poema de El Caminante

Dispuesta la coreografía
-turba inquieta, ritmos trepidantes-
a todo se atrevía este tunante,
azuzado por los años y las risas.

Mi voz almibarada, de grosella,
expelía los aromas detestados
por aquellas señoritas que, a mi lado,
eran luz de Virgo, ¡flor de estrellas!

Mi alcahuete -un gran duque- intercede:
"aquí un poeta abocado al celibato";
tanto empaque, tanta hombría aturullaron
a esa señorita, y a otro accede.

¿Será por mi aureola intolerable?
¿A mi constancia, más que la de Odiseo?
Se ceba en mí la envidia, el chismorreo,
¡contubernio de hambrientos deleznables!

Lo exquisito preocupa a lo vulgar,
de ahí tantos mamporros y desaires,
por eso son monólogos mis bailes,
y mi destino pornográfico asaz.

Algo huele a narciso en mi tragedia...
¿o bien hablamos de un bíblico castigo?
Mi princesa tiene algo de felino
y habita en un rincón de mis pesetas.