Dedos de agua

Qué distinta la verdad de esta realidad… para no echarte en falta me disfracé del mañana que nunca veré llegar. Desde incautas olas mi senda purpurada te buscará de nuevo; solapada al amarillo sueño de titilantes guirnaldas. Tal vez también fingieron los cielos o en el destellar de luciérnagas te quedas soledad alojada de vano fuego, como reflejado sol en otras aguas del espejo. Ya maldigo las horas que sumergieron tu boca filtrada en los huecos de una palabra… ahogándome en cristales de fulgurada playa sin vértices. Ahogaré toda sombra de tintero con esas existencias aún no soñadas; desde donde destilo de la rosa su odorífero efímero vuelo. Porque aquellos… mis dedos que fueron tuyos. Hoy viven muriendo, rastreándote ciegos por deslumbradas manos. Ellos, ya no sienten ni te tocan; hoy solo son versos, sin serlos. Con esa cadencia la sal que probé en tu boca se empeñará desde mí salvarnos desde el recuerdo, y no hay reloj para olvidarla ni engranajes que nos retengan ante nuestros destinos. Mientras el aire rozaba unas alas blancas de nostalgia, vi renacer en desplegadas velas esa embarcación que jamás dudaba. Y en un bucle de vacíos y quietudes; seguirán rozando tus labios los míos, hasta una orilla inhóspita. Será que tú estabas más dentro de mí qué mi propia cabeza. Cuánto dolor causa el daño que se hace la gente por miedo; con frustración de sentirse perdido, me decían las huellas que me anduvieron, riéndose para olvidar las prolongaciones que nos remaban.