La calle de los bordadores

Ya no recorro las calles de Madrid tratando de recordar lo que ya he vivido, no tengo esa rara tentación de buscar lo que he perdido, tampoco ni miro en los escaparates sombras, ni escucho conversaciones ajenas para pretender que soy una de los
interlocutores, lo que hago es otra cosa.

En la calle de los bordadores, hay hombres y mujeres que remiendan el pobre atuendo de esos que pasan y notan que les falta un botón o han menguado, generalmente los que visitan esta calle han disminuido de peso y su vientre ha desaparecido dejando carnes que cuelgan o huesos que se muestran inquietos. Difícil solución, pero así como en la cirugía plástica se coge piel del muslo, del culo o barriga. Los bordadores buscan en ropas que ya hayan litigado sin descanso, ese pico, esa pieza que siempre sobrevive, sea cual fuera la lucha, o la burla.
Generalmente, estas mujeres y hombres tan hábiles, tan manosas e industriosos nunca levantan la cabeza, al menos que se vieran obligados a tomar medidas. Y muchas de ellas un simple vistazo a la cintura o al pecho, les arman con los cm necesarios para acortar o alargar. Y allí mismo reparan, alteran o dan vida a cualquier atuendo.
Los bordadores se sientan al sol para ver mejor y aunque el sol les hiera al mediodía y enrojezcan sus manos, no se apartan de su lugar o corren la silla, el lugar determinado ha sido acordado desde tiempo inmemorial y con discusiones y broncas mal vividas. Pero todo se puede arreglar como se arregla un bajo, un ojal, o un mal cosido. Cuando la aguja se caliente y siente el escozor del sol, cogen el botijo o la bota y se hinchan a beber y vociferan agrios y cansadas. Cuando la noche se avecinan, se recogen, el hatillo de ropa, los instrumentos de costura y la silla se los echan al hombro. Se despiden con unas buenas noches lanzadas a los cuatro vientos. Ni cuentan el dinero y dejan hilachos, restos de tela, botones rotos, y alfileres diminutos que se olvidan.
Los gorriones hacen nido con los restos abandonados en la primavera, el viento los dispersa y los añade a la intemperie, y la lluvia lo adentra en la tierra.
Sus clientes son dignos de alabanza, esperan sin impaciencia alguna, como el que ya lo sabe todo, pero naturalmente sin saberlo. Siguen el trabajo con riguroso interés, se diría que animan al hilo si no la aguja a que acierte y prenda ese botón rebelde. Cuando se prueban la chaqueta o el abrigo encogen los hombros o dan diminutos saltos como para que la aprenda se acople bien, algo me dice que han determinado que el cuerpo sin la vestidura no vale nada. A veces sonríen maliciosamente, así es que se sabe que van a regatear el precio, otros sueltan el dinero y caminan de prisa como si los asuntos que se habían detenido o pospuesto por necesidad, debieran ser ejecutados sin tardanza: una carta al buzón, una visita al cementerio o simplemente un día más de trabajo en el restaurante o en la bodega, en el taller.
Yo había imaginado largas conversaciones o cháchara, pero no es así, los bordadores de hacer algo, solo cantan y para sí mismo. Este trabajo laborioso busca reflexión y calma. Las canciones que brotan como el hipo, el estornudo se hacen sentir. A veces yo misma he afinado el oído para escuchar. Y reconociendo alguno de esos soniquetes, he asentido con la cabeza como si mi conformidad tuviera algún valor para los bordadores. Se diría que el coser tuviera afinidad con el cantar porque, por norma general, las voces de los bordadores ruedan en lo sublime.

Cuando los bordadores desaparecieron a la vista de la máquina de coser o el pre-a-porte y la calle se quedó vacía sin avío o propósito. Se inauguró la calle de los bordadores sin conmemoración alguna. Un distraído, un usuario de los antiguos, la llamo, la calle de los bordadores cuando un lugar uno o una debía de nombrar para un encuentro. Y así se quedó

Comentarios & Opiniones

Xio

Pero Trinidad, me has llevado de la mano con esta historia tan interesante, tan humana, tan socialmente útil, que manera más clara y bonita de narrar el quehacer de esas personas, el ir y venir de quienes resuelven esos problemas comunes en ese lugar

Critica: 
Xio

y tal vez de ahí venga un refrán que escuche por Cuba hace muchos años...coser y cantar; todo es empezar...un abrazo sincero, lindo día para ti en tu querida España.

Critica: 
ÁNGEL MENDUIÑA IRIBARREN

Encantador relato. Muy ilustrativo e instructivo. Gracias por compartirlo.

Critica: