Relato de una viuda.

Veo el sol y ya no brilla igual.
Aprecio las flores y ya no tienen el mismo color, ya no huelen igual.
Abrigo mi piel pero ya no es el mismo calor, no como el que sentía en sus brazos, junto a el.
Desde su partida ya nada es igual.
Ya el agua no me moja, ni el frío me congela y el fuego no me quema.
La comida no me alimenta, mi alma aún está hambrienta.
La tristeza me abraza y la soledad me consuela.
Extrañar a mi amado me destroza el corazón, no me consuela saber que partió protegiendo una nación.
Quién diría que la batalla la perderíamos los dos...
Espero que la soga no se corte, que nadie me encuentre...
Que cuando mi suelo se caiga el dolor me apriete fuerte...
Esa era la promesa, "hasta que la muerte nos separe", pero pronto nos reencontrará...