EL DÍA QUE MÉXICO SE MOVIÓ

CUANDO MÉXICO SE ACOMODÓ
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Mi vida no puede ser mejor:
me reencontré con el amor,
mis amigos conmigo están,
mi familia no se iría jamás.
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No lo entiendo, un cántico empezó a sonar
presagio de un final fatal.
Los ángeles lanzaron luces de bengala,
minutos antes el cielo de rojo pintaron,
enunciaron un caudal de sangre en la ciudad.
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Haciendo planes, yo me encontraba,
el cántico me hizo salir al patio,
junto con mi familia los cables observamos,
el cántico calló, el movimiento comenzó.
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México estaba en movimiento.
México se estaba acomodando,
y sus habitantes, le estábamos estorbando.
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La tierra se movía en círculos,
las casas y carreteras no le permitían moverse,
por lo que México tuvo que aumentar la intensidad.
Irónico lo que el hombre con esfuerzo construye,
Dios con un soplido lo sacude.
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Conforme el movimiento aumentaba,
mi familia y yo rezábamos,
los ángeles lanzaban más bengalas,
pidiéndole a Dios que esto terminara.
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Finalmente todo terminó, muchas casas cayeron,
yo estaba en crisis total,
había pasado algo que no podía asimilar.
Como pude a mi novia y amigos llamé,
milagrosamente todos estaban bien.
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En ese momento algo comprendí:
el mundo no gira en torno a ti,
insignificante somos como un grano de arena,
solo Dios decide quién va y quién se queda.
Esta vez el Todopoderoso fue, pues a México,
lo acomodó en sentido a las manecillas del reloj,
en vez de golpear el suelo con su martillo destructor.