La Confesión de un Violinista Solitario

LA CONFESIÓN DE UN VIOLINISTA SOLITARIO
Sabes,
Soy una persona muy solitaria,
Como un lobo en la blanca nieve de Alaska.
Y también soy una persona que viste de olvido,
Como el nido de un pájaro herido en la hojarasca.

Mi primera canción fue un "tal vez"
Y mi segunda canción fue un "adiós".
Mi primer desamor fue un "después"
Y mi primer amor fue el dolor.

He cometido errores,
Como gladiadores contra leones,
Como cristianos contra mormones,
Como oradores contra pecadores.
Todo fue una dualidad,
Como que en la mañana no nacen soles.

Me aferré a ser yo mismo y terminé perdiendo todo.
Cayendo en el lodo conocí los modos;
Luchar de codo a codo fue mi mejor cirujano.
Poco a poco conocí las manos,
Las que me apretarían la fantasía de levantarme temprano.

Vivía con el miedo de hacer lo correcto con personas equivocadas;
Fue una espada de doble filo quien me sacó las ganas,
Quien me sacó las garras para rugir equivocado;
Fui inocente de todo hecho,
Pero era hombre,
Hombre con mínimo derecho.

Ahora sólo tengo un violín y una pata coja;
No tengo nada más que el hachís, el desliz y estas hojas.
No queda nada,
Nada queda.

Me duele pensar que nadie vendrá por mí,
Que nadie vendrá a salvarme de mí,
Nadie oirá mis últimas palabras,
Sólo el silencio quedará ahí.

El fracaso me toca baladas desde hace muchos años;
Mis mejores años sólo son sueños.

Soy sólo un mal sabor.
En noches tristes invoco a Sabina
Y me siento con él en lugares poco comunes en donde habita el olvido.
Desde entonces, he divagado solo entre mis pensamientos,
Sin alma,
Sin armonía.