Mi cuaderno.

Hola, Cuaderno, soy yo, Sara, la que terminar de escribirte quiere.
Hace poco estaba mendigando lluvia y eso es lo que tengo. Quería empaparte los renglones para que también sintieras un poco de lagrimitas azules escurridas entre tus estrechos renglones, así como yo, aunque renglones no tengo. Solo mis estrechos poros que también mendigan lluvia de vez en cuando.
Hace poco te llevaba en mi bicicleta a aquel lugar, aquel que ambos saboreamos cada vez que llegamos a nuestro árbol de esquina que se sumerge entre sus raíces amarillas cada vez que en él nos sentamos.
Esta vez que llegamos sentí desvanecer, no sé si lo notaste, no sé si notaste lo ácido que estuvo el día, no sé si lo sentiste en la punta de mi lengua o en mi absurda saliva cuando te besé, tampoco sé si sentiste el alivio que se posó a mis manos cuando llegamos a nuestro sitio. Y bueno, si no lo sentiste ahora, me conformo con que sientas cómo te lo escribo en la piel de tus hojas.
Hace poco quería untarte de un poco de café caliente para que saborearas un poco de su color y para que tus páginas se tornaran cada vez más amarillas.
Y así estuvo el día... lleno de formas y olores y de sabores y de cafés por todas partes.
Hace unos minutos me decías que bailaba con la luna en mi cintura y que mi ombligo sabía a vía láctea, pero no sé, estabas como loco.
Hace poco te pedí que me acompañaras a tomar una copa de aire, pero por algún motivo que no busco descifrar entre tus páginas revoleteaba la palabra NO. Quería llevarte conmigo a escalar las nubes, a indagar los pasos del sol como Ícaro, pero quizá dijiste que no porque viste que no tenía construído un par de alas, y aunque te dije que te llevaría allí de otra forma no me creíste. Y ahora míranos aquí, viendo cómo la lluvia merodea nuestro techo y canta The Scientist. Y yo que quería llevarte al sol a danzar un rato entre sus rayos para luego llevarte debajo de nuestro árbol a que vieras cómo la noche se adueñaba del cielo y vieras cómo la luna ronroneaba al espacio. Pero míranos ahora... solo escuchando cómo la lluvia danza sobre nosotros mientras nos quedamos mirando a un curioso gato llamado Bicicleta que nos maulla entre las piernas desgarrándonos la piel y dejándonos de paso sus sueños más profundos. Solo eso nos queda de esta noche, solo Bicicleta y esas gotas heladas que se escurren entre tus páginas que me faltan por llenarte mientras te bebo escuchando Can't buy my love.

Comentarios & Opiniones

Lorena Rioseco Palacios

Maravilloso cuaderno repleto de mundos acompañado de un cierre magistral,millones de estrellas!!

Critica: 
María Cruz Pérez Moreno -acnamalas-

Un bello recorrido por tu especial mundo reflejado en tu cuaderno de la vida. Me encantó la lectura. Gracias por compartir. Buen día.

Critica: