¿Quién pudiera callarme?

poema de Santa

La última noche,
antes de ahogarnos,
su dedo selló mi boca.
Roto en espejos
e hinchado de palabras
mi cuerpo es ahora
lenguaje de invierno:
río de piedras
que sangran memorias
de sueños y tangos bailados.
La última noche,
antes de morirnos,
vuelven una y otra vez
sus ojos gitanos,
ciegos.
Es decir,
niegan la luz y
anhelan el mar
de la otra orilla.
Y yo en ésta,
la otra otra orilla,
no la espero,
ni muero,
ni callo.