Miséo

He llamado con terror tantas veces a Muerte que,
solo viene a abrazarme la piel con sus pálidos y fríos labios
mientras danza un tenebroso vals sangriento
cubriendo sus manos con trocitos de las almas.

Sabe que hoy no me llevará y su única intención es
atormentar mi furia frenada por la peligrosidad de la naturaleza,
me susurra que padezco fiebre de sordera
y que parezco una bomba al borde del grito o,
un temible sorbo de silencio.

Entonces me escupe en las caderas,
restándoles movilidad, porque sabe
que así, no bailaré con ella.

Me provoca cada vez que la llamo,
porque también sabe que la temo
y quiere que deje de tener miedo,
quiere que me vaya con ella
y marche de este lugar
y de este mundo;
que no complace,
de esta histeria absurda y constante
de este atormentado silencio
que revienta y bombardea,
que hace sangrar mi pecho al instante
una y otra vez
una y otra vez,
perdida
desértica.

Me es imposible detectar fantasías
y todavía menos, sentir realidades;
pues no existo
si no es para ella.

La única que importa
cuando el avión sobrevuela
cuando el avión pierde la coherencia
cuando mi cabeza impacta
sobre la arena de una playa
perdida y desértica
con el ópalo cubriendo mis manos
de la misma manera que las almas,
a ella le cubrían las suyas.

No sé si puedo conmigo,
extraño la vida como si la hubiera perdido
y a veces, ni siquiera el llanto reconforta,
pues Muerte ya se cansó de abrazarme
para después, arrepentirme.

© Saida Cerdán