DESPUÉS DE AYER QUE MURIÓ

DESPUÉS DE AYER QUE MURIÓ

Trato de pulir la memoria leal
en los recuerdos de aquel rincón negruzco,
bajo el techo arañado por esa iluminación tísica
la oral literatura nutre mis neuronas tempraneras;
no hay luminosidad ¡Qué coraje!
Solo un código ancestral
que fluye por los labios marchitos
de quien fue mi abuela.

Hoy,
que en la distancia infinita contemplo tu mirar
tras los parpados encumbrados.
El código urbano que inundó
mi edad a los 45 grados
no me alejan de los umbrales encalaminados
que cubren la tumba donde yacen mis recuerdos,
donde se incineró la narrativa
y cuyas cenizas se conservan en el alma.
Las edades ni las lejanías
no me alejan de aquella estructura
que a polvo vuelve.

Hoy, que en el relieve carcomido de tu rostro
se extiende una desértica ausencia,
tus labios inertes extendidos cual pétalos marchitos
o la geografía de tu pueblo dibujada en tu cuerpo;
hoy yacen dormidas en mi numen floreciente.
Aunque de cuando en cuando
vuelvo tu mirar y en supremas circunstancias
vuelven a fluir las lágrimas en instantes como este.

¡Dolor! tras de ti que ya duermes.