La mano de dios

Desentierra y resucita muñequitos de barro
Alegremente en su hacer, silba el mandatario
Ese que por aburrimiento nos creó
Lo difunde y defiende la gente decente

Caminando por el barrio de la tristeza y desolación
llevando en la mano un clavel marchito, dios cavila:
«Puedo ponerle alas para que vuele o mejor le saco otra costilla»

No halla en su sistema de ecuaciones una mejor perspectiva
Él solo gira una rueda; la mueve a su beneplácito
Olvida su taza de café flotando en la vía láctea
El hombre desnudo friolento con la palma tapa su llanto

El edén, el árbol, la pobre serpiente
Bla, bla, bla por aquí, bla, bla, bla la tangente
Mientras tanto la parturienta, el sudor en la frente
Misericordia infinita, venganza pendiente.

Quinta Entelequia, Perú